Popularmente a los habitantes de la capital de España, madrileños y madrileñas, se les conoce como gatos y gatas. Pocos saben en realidad de dónde viene este curioso apelativo. Hay varias teorías, aunque de entrada ya podemos asegurar que no les viene por ser personas esquivas que reciben a sus visitantes de uñas, todo lo contrario.
La primera versión se remonta a la época medieval. Una leyenda muy curiosa que probablemente sea falsa: el rey Alfonso VI se disponía a asaltar una fortaleza enemiga. Los madrileños, convocados a la batalla por el monarca, llegaron tarde y preguntaron dónde podían acampar. El rey, ofendido por el retraso, les mostró los muros enemigos y dijo que solo podrían hacerlo tras los muros enemigos.
Los orgullosos madrileños se lanzaron a las murallas trepando como gatos, ante el asombro de todo el mundo. Los gatos resultaron ser muy peleones y tomaron la posición ganándose el nombre para siempre.
Otra versión cuenta que en algún momento de la época medieval las autoridades de la ciudad decidieron establecer una tasa para todos aquellos que quisieran entra o salir de la misma. Los madrileños, poco dispuestos a pagar, esperaban a que cayera la noche y protegidos por la oscuridad trepaban por los muros burlando a los vigilantes.
En cualquier caso, el mote debe ser bien antiguo ya que en el Siglo de Oro, en el Madrid de los Austrias los poetas pendencieros eran conocidos como gatos por su afición a la vida nocturna. No se sabe si esto guarda relación con en una famosa revuelta popular en la capital de España en el año 1699 en protesta contra la subida del precio de los alimentos básicos, la cual ha pasado a la historia como «el motín de los gatos».