Compraventa de acciones, cotizaciones, aperturas al alza, etc. Todo este vocabulario incomprensible para la mayor parte de los mortales es el que se escucha a diario en el Palacio de la Bolsa de Madrid, en la Plaza de la Lealtad.
Este emblemático edificio, de arquitectura ecléctica, es el corazón del capitalismo en la capital de España. Fue diseñado y construido entre 1896 y 1893 por el arquitecto Enrique María Repullés y Vargas e inaugurado solemnemente por la Reina María Cristina.
Su interior está decorado con frescos del pintor Luis Taberner, bajo el lema de La paz protege a España y al comercio, con figuras y atributos que representan las diversas provincias de España.
Desde el punto vista estrictamente arquitectónico se trata de un edificio sobresaliente al que merece la pena visitar si estamos de viaje en Madrid. Su fachada mide 66 metros y la maquinaria de su reloj (un instrumento imprescindible para el funcionamiento de la institución) fue importada de la ciudad francesa de Estrasburgo, como garantía de precisión absoluta.
La Bolsa de Madrid, con sus 3.288 metros cuadrados, se erige a día de hoy como una de las más modernas y activas de Europa, superada en importancia por otras como Frankfurt o Londres y en tamaño por las de Viena y San Petersburgo. Otra cosa es que se haya convertido en los últimos años en una fuente de disgustos y sobresaltos para los inversores, un reflejo de los convulsos tiempos que la economía nos hace pasar últimamente.